La doctrina Lozano
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Las reacciones de actores y opinadores oscilan entre lo simpático y lo grotesco, y sus argumentos encueran de cuerpo entero a la burocracia dorada. Braman como si la reducción los estuviera confinando al estoicismo franciscano o los mandara a algún monasterio cartujo. Lo que se plantea es abonar a la vigencia de uno de los Sentimientos de la Nación, el número 12 entre los 23 que integran ese documento de 1813, y que consiste en moderar la opulencia y la indigencia. Llama la atención que sea entre los panistas donde han brotado las más ruidosas resistencias. El precursor de los cruzados del privilegio es el senador Javier Lozano. Hace año y medio, dijo que la idea de bajar los altos sueltos era demagógica y soltó este disparo: “Sí, yo con mucho gusto doy la mitad de mi salario… entonces luego ¿a robar o qué?” Dos apóstoles panistas más, Xóchitl Gálvez y Diego Fernández de Cevallos, han desarrollado con más profundidad esta doctrina. La próxima senadora dijo que la reducción de sueldos “propiciaría corrupción”, en tanto que el antiguo senador y abogado experto en litigios contra el Estado, con esa rotunda retórica de encomendero que le caracteriza, consideró que la medida proviene de un “capricho” y constituirá una “barbaridad” y un “atropello”. Y, bueno, cuando el propio ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación defiende sus obscenas remuneraciones como una garantía de “independencia”, no sólo se muestra de espaldas a la realidad nacional, sino que exhibe ceguera ante el mensaje de las urnas el primero de julio y se coloca entre los apologistas de un principio teológico que reza: “el que no tranza no avanza”, y de otro todavía más explícito: “no me des, ponme donde hay”. |
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